New York por fin nos reencontramos. No se imaginan las ganas
que tenía de visitar esta ciudad de nuevo. Este viaje familiar apenas está
comenzando y yo disfruto de cada minuto. Viajar con mi padre es sinónimo de
comer mucho así que les puedo asegurar que también será una aventura
gastronómica.
Mi madre y yo llegamos la noche del 27 de julio al JFK en el
vuelo 0492 de Delta. Debo decirles que nunca había viajado por esta aerolínea y
estoy impresionada por las buenas atenciones, comida y entretenimiento. Al llegar al aeropuerto tomamos el Airtrain y
luego un shuttle hacia el hotel. El Hilton JFK fue el elegido para pasar la
noche debido a su cercanía al aeropuerto.
Al día siguiente, nos desayunamos con una buena vista desde
el 12vo del hotel piso hacia el aeropuerto y nos dirigimos a Manhattan en busca
del vehículo que habíamos alquilado. El mismo fue de Enterprise Rent-A-Car,
donde nos atendió Sheila, una chuca dominicana que a demás de hablar español
nos brindo la mejor de las atenciones.
De ahí nos dirigimos al que sería nuestro próximo hotel las
siguientes dos noches. El Hotel Pointe Plaza en la zona judía de Williamsburg
fue el elegido. Williamsburg era una
antigua zona industrial que poco a poco se fue convirtiendo en residencial y
tiene una mezcla de hipsters y judíos
(un arroz con mango como diría un dominicano) lo que nos resultó muy
interesante y diferente.
El resto del día lo
pasamos caminando y disfrutando en la gran manzana.
Felíz resto del día.
Esta mesa de té y especias del medio oriente brinda un olor agradable a todo el mercado.
Magnolia Bakery, una parada obligatoria.
Por cerrar la noche, cenamos en el Rock Center Café en Rockefelle Center.
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